miércoles, agosto 10, 2022

 Mientras cenábamos en el mercadito nocturno de los martes, Paula me preguntó que porque había decidido estudiar lo que estudié.

-Porque desde niño quise ser escritor.
Le conté porque me inscribí a Filosofía y Letras y porque había cambiado de carrera.
-Todavía estas joven para alcanzar tu sueño.
-Gracias hija. Cuando era joven y estaba enamorado escribí muchos poemas y luego ya no.
-Aun los tienes. Puedes enseñarmelos.
-Pero son cursis. A algunos amigos si les gustaron.
-Aún puedes escribir una novela. Que ese sea tu proyecto de este año. Para que alcances tu sueño.
-Estoy escribiendo un libro de cuentos. Llevó 60 páginas.
-Gua, es mucho papi.
-Y una novela. Pero siento que se me acaban las historias. No tengo nada que contar y las historias que pudiera contar se me olvidan. Aunque he aprendido que todo se escribe en largo tiempo. Lees y vuelves a leer y lo escribes de mejor manera.
- Porqué no escribes de los chavos banda?
- Una vez lo intenté, pero me pareció que mi lenguaje resultaba falso.
- Escribe sobre dos grupos rivales.
-Estaría bien una historia de dos grupos que se han estado disputando el control del mundo desde tiempos inmemoriables, desde antes de la colonia y que se remota a las primeras civillizaciones de América.
-Si que usan magia y poderes.
-Desplazariamos el lugar de Harry Potter y todas esas historias milenarias. Los chavos banda serían los amos de la tierra condenados en este mundo a ser jóvenes de pandillas.
- ¿Si sabes que la escritora esta vetada por un tuit transfóbico?
-Pero es ella como persona, no sus escritos.
-Si pero ya nadie compra sus libros.
-Pero ya se hizo rica.
-Pues sí, que le importaría ser vetada.
-Bueno yo me haría rico con mi historia de batalla milenaria.
-Me acuerdo que cuando estaba más chica, Lea me preguntó si quemaría mis libros de Harry Potter. Sólo le dije que no tenía ninguno.
Le conté la historia de lupano, del día que lo conocí y como sentí por primera vez miedo.
-Pienso que los mariguanos son muy serios.
-Bueno, los mariguanos no me asustan. Pero no era eso.
- Bueno serios de que se quedan callados.
-Pero no eran eso tampoco. Era la manera en la que me vio. A La Esquina, que era un espacio donde debamos talleres de artes, bueno nosotros no, sino los maestros, llegó un chavo y nos pidió que le hiciéramos un paro porque le habían robado una gorra. Salí de La Esquina y el chavo estaba agarrando los manublios de una bicicleta. En la bici estaba Lupano. Yo le dije que le diera la gorra y el Lupano agarró sus manos -le pedi que me diera sus manos como si estuviera tomando los manublios- y los jalo asi.
-Hay que fuerte.
-Luego Lupano le dio a la bici, hizo una circunferencia y me lanzó esa mirada que fue la que me dio miedo. Luego fui a La Esquina y le pregunté al Obis quien era ese chavo. Es el Lupano, me dijo. A ese no le hagas confianza porque puede venir por atrás y te acuchilla. Imaginate, hija, el Obis, de quien se decía no le tenía miedo a nada me dijo eso.
Le conté que Lupano podría ser un buen personaje. Que había muchas historias sobre él. Una que me contaron -le segui diciendo- era que se había robado una carreta con todo y caballo y qe andba paseando a sus hijas. Que cuando la policía lo detuvo les dijo que se la robó porque sus hijas jamás se habían paseando en una carreta.
Regresamos entre la gente en una banqueta angosta que obligaba a ir en fila india. La posibilidad de seguir platicando era nula. Apenas alcanzaba a escucharla que me contaba de sus primeros días en la prepa, de su secundaria, de lo que hacen ahora los adolescentes.
El aire era fresco, una brisa que movía las hojasde los árboles. Al final del mercado, en una bocatoma del arroyo la Talaverna estaban sentadas como diez mujeres de distintas edades. En actitud chismosa le dije a Paula que volteara a verlas.
-Una escena del tercer mundo- dijo en forma irónica- y nos creemos del primero.
Eran graciosas, como pajaritos sentados en un cable de luz, moviendo su cabeza al mismo tiempo.
Cruzamos Constituyentes de Nuevo León y me fui pensando en mi novela y en mi libro de cuentos. En las historias que se me confunden con los sueños.