domingo, septiembre 26, 2010

No te queríamos enterrar. Sin decirlo, agradecimos que no estuviera tu hija Nanis en la ciudad, ni que tu hermana Elena estuviera cerca, para tenerte más tiempo con nosotros. Tenemos que esperarlas, decía alguien de mis hermanos y los demás lo repetíamos para espantar a la muerte.

Tenemos que esperarlas, asentíamos jubilosos, con la alegría de tenerte mas horas con nosotros.
(porque los muertos se entierran tan pronto, yo te hubiera tenido una semana en tu cuarto, te rezaría durante un mes y te bañaría y vestiría durante un año)

Te queríamos seguir viendo hermoso en tu lecho, dormido, sonriendo como siempre lo hacías y te sacamos fotos con los celulares para tenerte siempre con nosotros, tan vivo como te vimos.

No te lloraba porque te vi tan vivo. 

El trece es el trece aunque lo quiten en el avión. Si te toca el catorce, vas en el trece, que no te hagan creer otra cosa. Además la mala suerte no se va a equivocar al contar, no va a decir "a chinga que paso". Simplemente va a decir "vente mi´jito que a ti ya te toco"

Hoy me tocó viajar de Reynosa a la Ciudad de México con Lorena Herrera, Rodrigo Vidal, Humberto Elizondo, el hijo de Vitola y un actor que no conozco. Para mi hubiera sido otra güera cualquiera, si no fuera porque Elena  cuando los vio en la sala de entrada del aeropuerto se dio cuenta quienes eran.   Tuvimos nuestro ventaneando durante media hora: esta flaca, no tiene nalgas firmes, te diste cuenta, tiene mucho pecho, esta fea, no si tiene muy buena pierna.

No me tocó sentarme junto a ella. Tal vez intercambiar miradas por menos de un segundo, oír su voz y su risa mientras trataba de leer  en la sala de espera Ensayo sobre la ceguera, de Saramago. Vi que le tocó sentarse en la cola del avión como pudo tocarme a mi o a cualquier otro.

Me tocó el asiento 14,  justo atrás de Humberto Elizondo, que se sentó en el asiento 12 y por primera vez me doy cuenta que el número 13 no existe, desaparece. Me confundí. Recorrí del 11 al 15 para aclarar el error y convencido de que no era así, que ni el avión ni mi conteo visual estaban mal, terminé por sentarme en el 14a con el presentimiento de que si el 13 es de la mala suerte, a mi me va a tocar, porque la mala suerte no se va a equivocar al contar. El 13 sigue siendo el 13.

Seguí leyendo a Saramago. El avión despegó y volteé a ver abajo la ciudad de Reynosa. Reconocí las avenidas, las calles y las colonias. Las calicheras me siguen impresionando como la primera vez que las vi hace 5 años, cuando salí a conocer la parte mas pobre de la ciudad.

No pude evitar pensar en mi papá. ¿que es lo que mi papa pensó el día de su muerte? ¿que pensamiento tuvo al despertar ese día? Me pregunto si mi papá cada día que despertaba y se veía vivo, pensaba en eso, en vivir el día una vez más. ¿O si pensaba que era su último día?

Ese día no fui a verlo por la mañana por evitarme la vuelta y no gastar gasolina (no tenía dinero para ponerle a la camioneta) Lo vi dos día atrás y el siguiente, justo antes del día de su muerte, pero fue muy corto el tiempo que estuve con él. Lo vi sentado en el sillón donde vivió, sus últimos instantes y ese va a ser mi último recuerdo de mi papá en vida.

Me puse triste en el vuelo. Aún no puedo asimilar que mi papá ya no este, que ya no lo voy a poder ver. Lo extraño mucho.

Lo único que puedo pensar es que Lorena Herrera fue un regalo más de mi papá para que pueda seguir con esta vida. Para ya no tener que seguir pensando si es bonita, porque pude ventanearla por un buen rato.

miércoles, septiembre 22, 2010



Hoy me llego la luna llena como un regalo de Don Alfonso.

Cuando la descubrí se la enseñe a Paula y se sorprendió por el tamaño. Cuando fuimos al parque pensé que esa misma luna iluminaba el lugar donde quedó mi papá. Para que este muy contento.
Y ahorita acaba de pasar, en esta privada donde vivo, algo que nunca sucede: una camioneta con "busca un confidente" trayendo los ritmos vallenatos de mi tierra. Pensé que era alguien en el parque y salí a buscarlo y decirle los recuerdos que me traía la música, pero entonces descubrí que no había alguien con una grabadora sentado en alguna de las bancas y regresé a escribir de los regalos que da la vida o que me manda mi padre.

Cuando fui a ver a mi papá al hospital me sentía muy triste porque algo me decía que eran sus últimos días. Yo pensaba que así iba ser, que muy pronto se iba a ir. A veces me daba la esperanza de que aguantara unos años más y quería que fuera así, pero la razón me decía que no era posible. Tenía años de pensar en eso.
Ahora me pongo triste porque no voy a poder verlo de nuevo, platicar con él, sentarme con él. Ese día le di un beso, tal vez el segundo o el tercer beso en mi vida de adulto.
Tantos temas que quise tocar con él. Tantas preguntas que quedaron en mi. Preguntas sobre él, sobre su vida, su infancia y su juventud. Lo poco que se son cosas que de pronto contaba o que otros contaban.
Contarle que si soy bueno en esta vida es por lo que él me enseño a serlo. Aprendí lo que observe de mi papá. Si cierro la llave cuando me baño no es porque un ecologista mi hizo ser consciente, sino porque mi papá siempre exigió que ahorraramos agua, que apagáramos los focos para no gastar luz.
Lamento estos años que estuve lejos de mi papá, de mi mamá. El poco tiempo que les daba cuando los visitaba. Pero si me alegro que cada vez que veía a mi papá le demostraba cuanto lo amaba, que mis hijos se lo demostraran cada vez que lo visitaban, abrazándolo, besándolo, respetándolo.
Bere fue la primera que vi al abuelo. Estaba preocupada por mi y por la abuela. Ángel pudo ver a su abuelo junto con Jireh. Jireh dijo que sonreía pero que le habían pegado los labios. Hizo una oración pero se lo olvido decir Amén, hasta que se lo dije. Ore con ella. No le pregunte que pensó, solo la vi inclinando su cabeza.
Ángel estaba triste, pero no lloro. Yo no llore para que mis hijos no se pusieran tristes. Pero solo cuando Jireh dijo que su abuelo sonreía vi a mi papá alegre y sentí una felicidad extraña, una tranquilidad. Me di cuenta que papa sonreía y ya no lo vi muerto: lo vi lleno de vida.
La última en verlo un día antes de su muerte fue mi pequeña Ana Paula. Ese día caminamos una hora y media en el Paseo Santa Lucía y después fuimos con el abuelo, al que pudo darle un beso. Cuando le dije que íbamos a ver al abuelo dormido en la capilla me dijo "primero vamos a caminar mucho y luego vamos a ver al abuelo" Mi hija se asusto al verlo detrás del vidrio. fue a la única que le dije que su abuelo había querido quedarse dormido por eso se asusto. Pidió que nos alejáramos pero luego espontanea dijo "vamos a ver al abuelo" y lo lleno de besos que le mandaba con sus dedos "en un cachete, en el otro, en la nariz, en la frente, en los ojos, en una oreja, en la otra oreja". Su mamá le dijo que le dijera al abuelo que ella me iba a cuidar, que no se preocupara y el día de hoy llego diciendo que el abuelo le había dicho que ella me cuidara.
Fué mi papá de 41 años y abuelo de cuatro de mis hijos. Te voy a extrañar, va a ser difícil no verte, pero siempre estarás en mi corazón y en el de mis hijos

sábado, septiembre 18, 2010

Hoy falleció mi padre. Una lluvia que cayo sobre la Constituyentes fue el primer acontecimiento de los muchos que sucederan sin su presencia