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Viajamos a la isla este sábado para pasarnos un fin de semana en una habitación de tiempo compartido, invitados por mariaelena garces y jorge su esposo. Cruzamos por Pharr como a las 10:30 y nos detuvimos en unas tiendas que estan en la Ygriega que bifurca el camino: o sigue a la isla o tomas camino hacia Corpus Christi. Parada obligada por que se nos olvido el traje de baño de Paula y Elena hace tiempo que no se hacia de uno.
Finalmente no encontramos, pero ese intento infructuoso de buscar trajes de baño en Target o en Wall Mart, en tiempos en el que el verano esta a punto de decir adios, nos atraso tanto que fuimos cruzando el puente de Puerto Isabel como a las 4 de la tarde.
La Garces y Jorge ya nos esperaban en la isla, con sus dos hijas, Cecy y Abi. Nos pusimos de acuerdo para seguirlos. Nos perdimos, se acabo la ciudad, avanzamos varias millas por la carretera costera de la isla, sin casas ni hoteles, siguiendo a la distancia una camioneta blanca que nos dimos cuenta que no era la de ellos, cuando la alcanzamos a mayor velocidad. Me encabrone y poco me falto para regresarme o de perdido pararme un rato en la playa y volver a Reynosa. Dimos vuelta en U y regresamos a la ciudad. Ya nos esperaban en un estacionamiento. Esta vez la Garces se subio con nosotros y ya, sin equivocación, llegamos al hotel.
"Si me gusta" fue lo que dijo Paula cuando vio el mar a través de las ventanas del cuarto. "Si me gusta", volvio a decir emocionada. Se me acabo el cansancio de ese viaje de hora y media transformado en casi 5 horas, se fue la angustia de no tener tiempo para preparar mi clase en este fin de semana, se esfumo el enojo de haberme perdido, la tensión de tener que acelerar para alcanzar una camioneta que no era la de Jorge, excediendo el límite de velocidad en tierra de gringos. Todo eso se largo con la vista del mar, con las olas rompiendo en una isleta de arena, que habia formado una alberca marina de apenas 50 centimetros de profundida, donde mas tarde Paula se metió sin temores.
"Si me gusta" No pude más que sonreir y decirle a Elena que eso era lo único que valía la pena, que eso hacía que no importara nada, ni el dinero, ni el tiempo, ni la tensión ni el sueño. Ver a mi hija feliz me hizo el día.
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