La caída del muro
La noticia de la caída me toco en los tiempos en que estaba en la facultad. Tenía 20 años y apenas comenzaba a entender lo que existía en el mundo. Cuando llegue a la escuela , no era comunista ni socialista. Apenas si tomaba partida en las defensas que tenía Tania o Patricio sobre Cuba o la vieja URSS. Asentía a algunos de sus argumentos, en otros apoyaba a Diego que defendía al capitalismo. No recuerdo ninguno. A lo lejos puedo pensar que Tania y Patricio defendían la igualdad en Cuba, las posibilidad de vivir mejor, de educarse, de no ser explotados. Diego, por su parte, recuerdo que hablaba de la libertad, de ser dueño de algo, tener carro o una casa.
Pero si era antiimperialista. Y eso lo asumía. Tal vez sin argumentos, sin saber realmente el significado de mi posición o, tal vez sin tomar seriamente partida en lo mismo. Si se trataba de protestar, podía hacerlo. Si se trataba de marchar en contra de la guerra del golfo, con Rebeca, Leticia, Homero, Cristobal, Cesar, y con los Perredistas y los de Tierra y Libertad, grafiteando con Eleocadio consignas antiyanqui en las paredes de los comercios en Juárez, Padre Mier, Pino Suárez y Constitución, ruta que nos llevaba al Consulado Americano, podía sentir ese sentimiento que me acercaba más a la izquierda.
Recuerdo en la marcha que llegamos y vi a Marco Curzio taparse la cara. Lo hacia porque no quería que lo rechazaran si alguna vez tramitaba su visa. A mi no me importaba viajar a su país. No había hecho el Servicio Militar. Por lo tanto no tenía Cartilla Militar, mucho menos podía tramitar un pasaporte mexicano, así que no me importaba que me vieran, me tomaran foto y me archivaran en una gaveta de la inteligencia yanqui.
Pero igual me paso cuando los de Sociología viajaron a Cuba financiados por la Facultad. No me importo ir, ni hacer el esfuerzo de tramitar un pasaporte. Para que iba a un país como Cuba, por mas socialista que lo fuera. Quería quedarme en México. Más específicamente, en Monterrey. Lo único que lamento ahora es haber viajado gratis que es lo único bueno de esos viajes.
Así que la apertura del muro, me toco a los 20 años, con la ingenuidad de un joven de esa edad, que a crecido ajeno al mundo, a las ideologías políticas y al conocimiento social. Seguíamos a la Perestroika. Eramos los jóvenes del recien nacido PRD. Leíamos en Nexos y la Jornada lo que estaba pasando y lo que pasaba realmente con el mundo socialista de la época.
El socialismo si era una esperanza para aquellos jóvenes que aún nos considerábamos de izquierda. Esperanza, tal vez ingenua, pero en fin, era la única.
Así que recuerdo un sentimiento de vació cuando se cayo el muro. Una esperanza rota, marchita. Un sentimiento de derrota que disfrazábamos de ironía. Cristobal y Cesar Gabriel ironizaban con una canción de los Enanitos Verdes Estoy parado sobre la muralla que divide Berlin Oriental del Occidentaaal.... Estoy viendo como esos guardias comunistas logran matar a todo el que, quiera pasaaar. Pero como dijo go go go Gorbachev, como dijo go go go Gorbache, desapaaaarecer, desapareceeer. Si lo festejábamos. Lo comprendíamos. Creíamos en la apertura de Gorbachov sin saber a ciencia cierta lo que estaba pasando en la URSS, como una esperanza de rehacer un paraíso perdido en lo que llamábamos el socialismo real. Así le decíamos como defensa de un socialismo posible al que decíamos llamaba Marx y aún no existía en el mundo, que habían traicionado Stanlin y sus regímenes totalitarios
Si nos creíamos revolucionarios pero no nos importaba hacer la revolución. Ningún intento de formar un grupo, un bloque, una cédula revolucionaria. Eso estaba generaciones atrás de nosotros y nos burlábamos de los rezagados como Zapopan, el último revolucionario que llego al grupo sintiéndose cabeza misma del cambio revolucionario. Viva la revolución, la revolución que no, abran paso a la revolución, y en que contribuye eso a la revolución, eran las frases de nuestra ironía.
A lo más que aspirábamos era ser democráticos. Compramos ese discurso del sistema y lo hicimos nuestro en todos lo que hacíamos, sin darnos cuenta de como nos envolvieron en el. Así que la democracia llego a nuestras vidas. Decidíamos juntos en todo. En la escuela, en la junta de los sábados de los jóvenes del PRD, en la decisión de nombrar a Cristobal como candidato a Consejero Alumno en la casa de Lety, por más que dijeran que era el Cacique quien imponía todo. (tal vez si imponía pero no nos dábamos cuenta, por alguna razón debimos de nombrarlo así)
Pero nosotros ya no somos los mismos. Ni el mundo ni lo que quedo del viejo orden que conocimos. Ni siquiera estamos juntos, ni nos vemos. Nos perdimos en esos años al igual que se perdió el muro. El Muro se cayo y nosotros nos caímos con él. El que levantamos algún día cayo en algún lugar. Sus escombros desaparecieron porque cada quien recogió una parte y se lo llevo consigo, sin avisar a nadie, sin despedirse de nadie, sin decir esta piedra es mía.