miércoles, noviembre 04, 2009


Luna de Noviembre

Regresando de Monterrey nos toco una luna inmensa. Atrás dejábamos un cielo rojizo que solo se pinta así en noviembre. Con nostalgia recordé otras tardes de noviembre con el mismo cielo, en las cuales caminaba sin rumbo por Monterrey mientras te imaginaba a mi lado, asombrada de ver las cosas pintadas por esa luz.

Pero eso ya fue hace mucho tiempo, Y es cierto lo que dice Pacheco, ya no somos los mismos. Ni tú, ni yo, ni la ciudad, ni los recuerdos.

Elena viaja en el asiento de atrás de la camioneta. Ana Paula duerme. Cuanto quisiera que mi hija pudiera ver la inmensidad de esta luna. Pero duerme tranquila. Pienso en mis hijos en Monterrey. Me imagino con ellos enseñándole la luna

La tuvimos para nosotros en todo el camino. Había rectas donde me quedaba enfrente. Hipnotizado por su luz plateada temía que me lanzara por la carretera en un efecto parecido a las de las olas en el mar. Me confundía su luz con la luz de los autos. Temí seguir derecho hacia la luna en una curva. Goce de su luz iluminando la obscuridad de la carretera.

Recordé a Yuri y a Cristóbal en un cerro de Cerro Prieto, perdidos en la inmensidad del cielo abierto, con los rayos de una tormenta a lo lejos. Nos preparamos con toda la leña para danzar en la noche e invocar a las musas con los poemas que les escribíamos. Era el círculo de octubre

Los tres nos perdimos esa noche. Cristóbal se quedo con la nostalgia de los antiguos seres que habitaban la sierra madre que les pario. A él y a todos los que le siguieron. Yuri se quedo en la perfección del poema, en la forma de la emoción. Yo, en cambio, me perdí en ti y nunca supe como regresar a aquella noche

Tú ya no estabas. Ya te habías ido. Tal vez nunca estuviste. O nada fue cierto. O esto no es cierto y nosotros seguimos siendo los mismos. Todavía nos amamos, pero estamos condenados a perdernos.

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