lunes, octubre 03, 2011

En la mañana del domingo desperto a Paula una pesadilla que tuvo. El viernes en la noche estuvo jugando en el parque con una de sus amigas. La amiga era la maestra y cuando una niña quiso entrar a jugar la amiga-maestra le dijo que sí pero “tienes que obedecerme”. Entonces Paula soñó este domingo que una nueva maestra los había llevado a un parque a jugar y sus amigos de la escuela no la querían obedecer y ella les gritaba para que hicieran caso y no la escuchaban y se despertó a punto de llorar. Me contaba su pesadilla mientras nos abrazábamos. Cuando llego Elena de la Barbacoa fue lo primero que le dijo.

Recuerdo una pesadilla de niño. Tenía como la edad de Paula. Estaba sentado en una banca del Parque de la Sada con mi tía Luteria, “mi tía botella”, comiéndome un rico buñuelo de canela que ella hacía muy sabrosos y pasaba un niño, me lo quitaba y yo lloraba, mientras "botella" me consolaba.

Pienso en esto mientras viajo en el autobús de las 6 am de Reynosa a Monterrey. Estuve leyendo este fin la construcción social de la realidad, de Berger y Luckman para una clase que debo de dar la próxima semana y una de las cosas que traía en mente era un pequeño párrafo donde hacen referencia a los sueños y las tensiones que crean en la conciencia, pero que distinguimos claramente de la realidad suprema, como le llaman a la realidad de la vida cotidiana, la que experimentamos en estados de plena vigilia. Mientras leía esto recordaba mis últimas pesadillas, unas con un tema recurrente y otra que tuve el sábado, cerca de a las 2 am y donde soñé que estaba pagando con un boleto o un tarjeta en una cafetería de la Universidad. La cajera metía mano en mi cartera y yo sospechaba que tomaba un billete de 500 pesos. Le reclame su acción a lo que me contestó “nos aseguramos que los que pagan así traen efectivo” y comienza a hablar a seguridad diciendo que se presentaba un caso de los que previamente habían hablado. En eso llamo la atención a todos los que estaban en la cafetería y les comento si escucharon que había sido grosero o si le había gritado a la mujer. Les pedí que se apuntaran con mi amiga (una que me acompañaba) para que después testificaran, porque me iban a desaparecer al tiempo que llegaban los guardias privados de la Universidad y me sacaban esposado con unos cinchos blancos de plástico.

Mis otras pesadillas tienen que ver con la violencia que vivimos en las que me sueño en calles de Monterrey en las que anduve en otros tiempos trabajando y veo sicarios y al ejercito cerca de mí, con armas largas, caminando por calles paralelas y a punto de enfrentarse a balazos, mientras trato de escapar, de esconderme. Veo chavos en la calle, como las pandillas de antes, pero en vez de piedras traen armas, la gente en la calle como salían cuando se armaban las pedradas y el ejército armado por completo, patrullando casa por casa y yo tratando de huir.

Esa es la realidad en mis sueños, las tensiones que actúan sobre mi conciencia. Reflejo de otras tensiones diarias, de otro stress con el que vivo día a día, pero que nacen de la realidad cotidiana que vivimos en esta ciudad y en este país. El viernes viaje a Reynosa, se me hizo de noche en la carretera y ahí estaba la tensión. Hoy lunes, mientras espero el autobús de las 6 am, veo el telediario y la noticia es: asesinan a una mujer de 39, con sus hijos de 14 y 15, y una vecina más, mientras habían salido a la tienda en las calles de la Luis Echeverria. El esposo abraza desconsolado el cuerpo de la mujer cuando llegan las ambulancias, después se le ve llorando en una pared. Pienso en Ángel y en Bere, en mis sobrinos, en los hijos de mis amigos, en las bandas con las que trabaje en otro tiempo, en lo fragil que somos, en Elena manejando a esa hora rumbo a su trabajo después de haberme dejado en la central, con Paula aún dormida en el asiento de atrás. Esta es la realidad con la que vivimos, la misma que me hace soñar mis pesadillas.

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